Se considera demostrada la existencia de una correlación positiva entre mayor extirpación del volumen captante de contraste y mayor supervivencia en glioblastoma. Se ha discutido mucho si hay un umbral a partir del cual la extirpación supone un beneficio, probablemente, el beneficio es mayor cuanto mayor sea la cirugía, y el objetivo debe ser la máxima extirpación sin déficits. La cirugía proporciona además material para el diagnóstico histopatológico, clásico y molecular, y la oportunidad de que el enfermo quede libre de corticoides durante la radioterapia.

Para conseguir de forma habitual esta máxima extirpación segura, son necesarios elementos de técnica quirúrgica y de equipamiento. Numerosas series grandes de centros de prestigio hasta principios del siglo XXI presentaron tasas de extirpación completa del volumen captante de gadolinio del 30% y menos. Desde la aparición del la cirugía guiada con 5-ALA estas tasas han subido, y muchos centros han publicado ahora tasas en torno al 70%, cifras similares se han publicado también con resonancia intraoperatoria. Al mismo tiempo, la monitorización neurofisiológica se ha convertido en un acompañamiento habitual para garantizar el equilibrio entre mayor extirpación y seguridad.

A la vez que se consolida la necesidad de utilizar toda la tecnología disponible para la extirpación de los glioblastomas, empieza a plantearse la posibilidad de que pueda haber un beneficio en la extirpación supra-máxima más allá de ese volumen captante de contraste. Se trata de un tumor difuso, con gran infiltración de los bordes aparentes de la lesión. Existen diversas técnicas de imagen que pueden mostrar tumor más allá de esas zonas, incluyendo otras secuencias de RM, la fluorescencia de 5-ALA y el PET con aminoácidos, la monitorización neurofisiológica y el conocimiento de las áreas elocuentes, son fundamentales para establecer los límites de esta extirpación ampliada, cuyo hipotético beneficio está por demostrar.